Estaba allí sentada escuchando como él hablaba de comas, puntos y verbos reduciendo a técnica lo que ella consideraba un arte. Y lo hacía de manera tan convincente que cualquier crítica habría sonado absurda, pero es que ¿cómo se explica el arte? ¿cómo se hace entender a alguien que habla de comas, puntos y verbos, la belleza de las palabras?
Así que se quedó allí callada, buscando una réplica que no llegaría y sintiendo como cada una de sus palabras se le iba clavando un poco más hondo. La invadió una tristeza indescriptible que poco a poco fue llenando todo su cuerpo hasta que llegó un momento en que, si alguien le hubiese pedido que se levantase, ni si quiera hubiera tenido fuerzas de parpadear.
Le entraron unas ganas inmensas de llorar. Por la lástima que sintió hacia él porque nunca sería capaz de entender la belleza de la literatura. Por la rabia de saber que aunque lo intentara no iba a conseguirle hacer entender su visión. Porque en cinco minutos había hecho trizas todo lo que ella era. Y, sobre todo, porque él nunca iba a ser capaz de entenderla y siempre iba a tratar de desmontarla en comas, puntos y verbos.
Así que se quedó allí callada, buscando una réplica que no llegaría y sintiendo como cada una de sus palabras se le iba clavando un poco más hondo. La invadió una tristeza indescriptible que poco a poco fue llenando todo su cuerpo hasta que llegó un momento en que, si alguien le hubiese pedido que se levantase, ni si quiera hubiera tenido fuerzas de parpadear.
Le entraron unas ganas inmensas de llorar. Por la lástima que sintió hacia él porque nunca sería capaz de entender la belleza de la literatura. Por la rabia de saber que aunque lo intentara no iba a conseguirle hacer entender su visión. Porque en cinco minutos había hecho trizas todo lo que ella era. Y, sobre todo, porque él nunca iba a ser capaz de entenderla y siempre iba a tratar de desmontarla en comas, puntos y verbos.
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